jueves, 30 de octubre de 2025

¿Puede el «órgano de expresión» ser el «organizador y educador colectivo»? Lenin responde las objeciones de los «economicistas»

«En el primer período del movimiento de masas (1896-1898), los militantes locales intentan publicar un órgano destinado a toda Rusia: Rabóchaya Gazeta; en el período siguiente (1898-1900), el movimiento da un gigantesco paso adelante, pero los órganos locales absorben totalmente la atención de los dirigentes. Si se hace un recuento de todos esos órganos locales, resultará por término medio un número al mes. ¿No es esto una prueba evidente del primitivismo de nuestros métodos de trabajo? ¿No demuestra eso de manera fehaciente el atraso que nuestra organización revolucionaria lleva del avance espontáneo del movimiento? Si se hubiera publicado la misma cantidad de números de periódicos por una organización única, y no por grupos locales dispersos, no sólo habríamos ahorrado una inmensidad de fuerzas, sino asegurado a nuestro trabajo infinitamente más estabilidad y continuidad. Olvidan con demasiada frecuencia este sencillo razonamiento tanto los militantes dedicados a las labores prácticas, que trabajan activamente de manera casi exclusiva en los órganos locales –por desgracia, en la inmensa mayoría de los casos, la situación no ha cambiado–, como los publicistas que muestran en esta cuestión asombroso quijotismo. (...) No se constriñan al principio indiscutible, pero demasiado abstracto, de la utilidad de los periódicos locales en general; tengan, además, el valor de reconocer francamente sus lados negativos, puestos de manifiesto en dos años y medio de experiencia. Esta experiencia demuestra que, en nuestras condiciones, los periódicos locales resultan en la mayoría de los casos vacilantes en los principios y faltos de importancia política. (...) Un buen mecanismo clandestino de imprenta exige una buena preparación profesional de los revolucionarios y la más consecuente división del trabajo, y estas dos condiciones son de todo punto irrealizables en una organización local aislada, por mucha fuerza que reúna en un momento dado. (...) El predomino de la prensa local sobre la central es síntoma de penuria o de lujo. De penuria, cuando el movimiento no ha cobrado todavía fuerzas para un trabajo a gran escala, cuando aún vegeta en medio del primitivismo y casi se ahoga «en las pequeñeces de la vida fabril». De lujo, cuando el movimiento ha podido ya plenamente con la tarea de las denuncias en todos los sentidos y de la agitación en todos los sentidos, de modo que, además del órgano central, se hacen necesarios numerosos órganos locales. (...) Nadiezhdin no está de acuerdo y dice: «Iskra cree que el pueblo se reunirá y organizará en torno a ese periódico en el trabajo para él. ¡Pero si le es mucho más fácil reunirse y organizarse en torno a una labor más concreta!» Así, así: «más fácil reunirse y organizarse en torno a una labor más concreta». Dice el refrán: «Agua que no has de beber, déjala correr». Pero hay gentes que no sienten reparo en beber agua en la que ya se ha escupido. ¡Qué de infamias no habrán dicho nuestros excelentes «críticos» legales «del marxismo» y admiradores ilegales de Rabóchaya Mysl en nombre de este mayor concretamiento! ¡Hasta qué punto coartan todo nuestro movimiento nuestra estrechez de miras, nuestra falta de iniciativa y nuestra timidez, que se justifican con los argumentos tradicionales de que «¡es mucho más fácil… en torno a una labor más concreta! (...) Vean en qué consiste ese «algo más concreto» en torno al que –cree él– será «mucho más fácil» reunirse y organizarse: 1) periódicos locales; 2) preparación de manifestaciones; 3) trabajo entre los obreros parados. A simple vista se advierte que todo eso ha sido entresacado totalmente al azar, por casualidad, pro decir algo, porque, comoquiera que se mire, será un perfecto desatino ver en ello algo de especial utilidad para «reunir y organizar». Y el mismo Naidezhdin dice unas páginas más adelante: «Ya va siendo hora de hacer constar sencillamente un hecho: en el plano local se realiza una labor pequeña en grado sumo, los comités no hacen ni la décima parte de lo que podrían... los centros de unificación que tenemos ahora son una ficción, son burocracia revolucionaria, sus miembros se dedican a ascenderse mutuamente a generales, y así seguirán las cosas mientras no se desarrollen fuertes organizaciones locales». No cabe duda de que estas palabras encierran, al mismo tiempo que exageraciones, muchas y amargas verdades. ¿Será posible que Nadiezhdin no vea el nexo existente entre la pequeña labor realizada en el plano local y el estrecho horizonte de los dirigentes locales, la escasa amplitud de sus actividades, cosas inevitables, dada la poca preparación de los mismos, puesto que se encierran en los marcos de las organizaciones locales?». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; ¿Qué hacer?, 1902)

viernes, 10 de octubre de 2025

Dutt y Deborin analizando las propuestas del corporativismo fascista

En esta ocasión traemos al lector una pequeña compilación de dos textos de gran interés y utilidad para estudiar el fascismo, especialmente en lo que se refiere a la propuesta de la sociedad corporativista:

a) Por un lado, el británico Rajani Palme Dutt en su obra «Fascismo y revolución social» (1934) analiza el papel que jugó fascismo en Italia y Alemania −presentándose como una supuesta tercera vía frente al liberalismo y el socialismo− y, a su vez, el papel de este en la defensa del orden burgués y las políticas monopolistas. 

b) Por el otro, el soviético Abraham Deborin en su obra «La ideología del fascismo» (1936) , demuestra que toda la teoría fascista respecto a la cuestión del Estado se resume en la defensa del orden burgués existente, la supeditación de las masas respecto a los caudillos y las «élites» del fascismo, conformadas por los capitalistas y sus ideólogos. 

En cuanto a las ediciones y traducciones utilizadas, queremos dejar constancia que la evolución posterior de ambos autores hacia el revisionismo absoluto no menoscaba la esencia de cada texto, que más allá de inexactitudes o errores, da en el blanco a la hora de hallar y desmontar el fenómeno demagógico del fascismo. 

Sin ir más lejos, la obra de Deborin sufrió diferentes reediciones a lo largo de los años, por lo que tras el periodo stalinista algunas frases fueron modificadas  o directamente omitidas. Estos cambios, sin duda con la aprobación del propio autor, fueron una constante desde la subida al poder de Jruschov y no perseguían otro objetivo que borrar de la historia de la URSS, tanto para el público autóctono como el extranjero cualquier referencia a Stalin y su pensamiento. Esto no es una simple especulación nuestra, la obra fue traducida al español en 1964 por la editorial Pueblos Unidos partiendo de la versión soviética más actualizada en aquel entonces, y en esta versión no es rastreable el nombre del georgiano, si bien se mantiene alguna cita suya sin mencionar la obra original. 

Capitalismo, socialismo y Estado corporativo

«El fascismo difiere del socialismo principalmente en esto: que en el Estado Corporativo te dejarán en posesión de tu negocio». (El fascismo llama a los industriales y hombres de negocios; La Semana Fascista, 19-25 de enero de 1934)

El fascismo se esfuerza por presentarse como una tercera alternativa distinta del capitalismo o del socialismo. Ante los trabajadores, el fascismo insiste en que no defiende el capitalismo. Ante los empresarios, el fascismo insiste en que no representa al socialismo. Para su supuesta concepción positiva distinta sigue siendo extremadamente vaga. Sólo después de varios años de existencia el fascismo italiano elaboró la fórmula del «Estado corporativo» para cubrir su objetivo. El fascismo alemán elaboró la fórmula del «nacional-socialismo». Ambas fórmulas pretenden representar la supuesta «tercera alternativa» al capitalismo o al socialismo.

Esta supuesta «tercera alternativa» −el sueño de la ideología pequeñoburguesa desde el desarrollo del capitalismo y la lucha de clases− sigue siendo un mito y nunca podrá ser otra cosa que un mito. De hecho, no es más que una repetición del viejo sueño pequeñoburgués de una sociedad de clases sin contradicciones de clase ni lucha de clases, pero esta vez utilizado para encubrir en realidad el Estado de clases y la supresión de clases más violentamente coercitivos. El «Estado corporativo» es, de hecho, el disfraz transparente del capitalismo moderno, con una desarrollada organización estatal de la industria y la completa supresión de toda organización y derechos independientes de los trabajadores.